CUIDARSE PARA CUIDAR
Cuidar es un instinto natural. Lo tenemos los mamíferos y a él le debemos la conservación de la vida tanto propia como ajena. Algunas personas llegan incluso a convertir ese instinto de cuidar la vida ajena en la base de su realización personal, afortunadamente para el resto de la sociedad. Me estoy refiriendo a todas aquellas personas que eligen el sector sanitario para desarrollar su profesión, a los cuidadores y cuidadoras de la salud. Personas caracterizadas, en general, por una profunda vocación, altas dosis de idealismo y una clara orientación al servicio. Estas características, que contribuyen de manera definitiva a sustentar nuestro agonizante sistema sanitario, son un arma de doble filo. Porque, cuando cuidar al otro implica que te acabes descuidando tú, algo está fallando y el peligro de colapso es muy real. Tan real que tiene nombre propio: Síndrome de estar Quemado en el Trabajo (SQT), también conocido como “burnout”. Un estado de agotamiento y desgaste tal que la persona ya no puede seguir cuidando a otros, sino que debe, in extremis, empezar a cuidarse ella misma.
Estar a diario al pie del cañón brindando cuidados, alivio y consuelo a las personas que más lo necesitan no es sencillo. Y si cada día los recursos con los que se puede contar son menores, el estrés se incrementa de manera considerable y, lo que es peor, se mantiene en el tiempo. Por eso este síndrome se denomina también “estrés asistencial”: lo sufren mayoritariamente las personas que deben asistir y permanecer en contacto directo y continuado con otras personas. Es fácil imaginar la frustración que puede provocar el hecho de tener que afrontar ciertas necesidades sin disponer siempre de los medios adecuados. Esa descorazonadora sensación de que tu trabajo no es útil, de que no cubres todas las necesidades existentes. Si a eso le sumamos recortes varios, es obvio que el agotamiento y la desmotivación están servidos.
El contacto continuo con el sufrimiento, el dolor y la muerte, así como la sobrecarga laboral resultante de la falta de recursos, acaban por provocar un agotamiento que no sólo es físico, sino también mental y, especialmente, emocional. ¿Y qué cabe esperar de una persona absolutamente exhausta, una persona a la que ya no le queda nada más para dar? Cada ser humano vive los obstáculos que la vida le plantea de una manera distinta, pero son habituales el sentimiento de impotencia y desesperanza, el endurecimiento afectivo, la irritabilidad y la tendencia a evaluar el propio trabajo como insuficiente y poco o nada gratificante. A nivel físico, suelen aparecer síntomas como cefaleas y migrañas, dolores musculares o fatiga crónica. Y, a nivel psicológico, se detecta ansiedad, frustración o sensación de desamparo. Naturalmente, y como no podría ser de otra manera, esto también tiene consecuencias para la organización, como una disminución del rendimiento o un incremento del absentismo y del número de accidentes. Es decir, que se trata de un problema de salud sumamente importante para las organizaciones, y sin duda son necesarios ciertos programas oficiales de prevención y actuación. Pero, además de esperar que alguien tome medidas al respecto, ¿hay algo que los cuidadores y cuidadoras de la salud puedan hacer por ellos mismos?
Sí que lo hay. Más allá de los programas oficiales de prevención, podemos empezar por cuidar de nosotros mismos. Puede sonar egoísta, pero, como en los aviones, si no me pongo primero mi máscara de oxígeno, caeré muerto antes de poder ayudar a nadie más. Se trata, simplemente, de cuidarse para estar en condiciones de cuidar. Veamos el decálogo de salud para los que cuidan de la salud de otros:
- Darse cuenta: debemos ser conscientes de cómo estamos en cada momento, de cómo nos afectan las circunstancias y de cómo estamos reaccionando ante ellas.
- Conocerse: debemos reconocer los propios límites, las propias debilidades y las propias fortalezas; debemos aprender a decir “no” cuando nuestro cuerpo y nuestra mente nos gritan “no”.
- Escucharse: una vez que sabemos hasta dónde podemos llegar sin morir en el intento, debemos permanecer siempre atentos a nuestras necesidades, sean físicas, psíquicas o emocionales.
- Ser realista: a la hora de establecer nuestros objetivos, ya sean laborales o personales, debemos ser muy realistas y no proponernos tareas imposibles o que mermen nuestra salud.
- Dedicarse tiempo: somos seres humanos, no somos máquinas, y necesitamos momentos de pausa y tiempo para nosotros mismos; practicar alguna técnica de relajación puede ser muy útil.
- Explorar la creatividad: las rutinas laborales suelen estar muy establecidas, pero siempre hay algún grado de libertad que nos podemos conceder; seguro que siempre puedes elegir tu actitud.
- Cultivar el humor: el sentido del humor, aunque no es aplicable en todas las situaciones, cuando sí lo es resta dramatismo, resulta sanador y crea lazos emocionales muy positivos entre las personas.
- Cuidar las relaciones: no siempre es posible hacer amigos en el entorno laboral, pero sí podemos fomentar relaciones nutritivas en el trabajo que nos hagan sentir acompañados y apoyados.
- Vivir además de trabajar: las personas que tienen una fuerte vocación de servicio no trabajan sólo para vivir, pero tampoco se trata de que vivan sólo para trabajar. Descansar, disfrutar de familiares y amigos y realizar otras actividades que nos llenen es importante.
- Buscar sentido: la rutina y las urgencias nos impiden a veces centrarnos en lo que es realmente importante; es decir, ¿para qué hago lo que hago? ¿Qué aporto a los demás con mi trabajo? ¿Qué faltaría si yo no estuviera aquí?
En resumen, cuando nuestra profesión está relacionada con el cuidado de otros, es necesario cuidarnos bien primero. Porque cuidamos según somos, con lo cual, cuanto mejor nos cuidemos y cuanto más permiso nos demos para ser lo que realmente somos, mejor cuidaremos a los demás. Y recuerda que, cuando tú cuidas tu propia dignidad, inspiras al otro a cuidar la suya. Tocas más que su cuerpo: tocas su vida y su alma. ¿Puede haber algo más bello? Por cierto, mil gracias de corazón por estar ahí.
Este post es una colaboración de Maika González www.anemoscoaching.es para el blog de EnfermerApp.
Si tienes algo que contar, y no dispones de un blog o simplemente te apetece compartirlo aquí, tienes las puertas abiertas.
Puedes ver y escuchar a la autora del post aquí: Maika González
Puedes contactar con su club de mujeres poderosas aquí: http://www.anemoscoaching.es/index.php/contacto
Puedes seguir sus publicaciones aquí: mujeres poderosas blog
Puedes leer sus anteriores colaboraciones aquí: ¡Oye mundo, me gusta el sexo!, Las que fracasan al triunfar e Incomunicados, ¿es mejor tener razón o resolver conflictos?
Recursos de Autocuidado http://enfermeriajw.com/recursos-de-autocuidado/
Cuidado de otros versus Autocuidado http://enfermeriajw.com/cuidando-de-otros-versus-autocuidado/
Gracias por tus aportaciones, un saludo.
Hola!!, yo ya con mis añitos, eso que describís del “síndrome del quemado” , lo experimentado, y nada mas cierto que para cuidar de otros, del primero que tienes que cuidar es de ti. Y es cierto, esta en tu actitud, el tomarte es tiempo para respirar, el no vivir para trabajar sino trabajar para vivir.
Cuando esto lo interiorizamos y lo hacemos parte de nuestro día a día, nuestro trabajo es mucho mejor, mas profesional y de mejor calidad.
Un Saludo compañeros/as
Muchas gracias por tus palabras.
Cada uno tenemos “nuestras armas” para no sucumbir en el día a día, pero con este artículo buscamos ir un poco mas allá.
Nos alegra que te haya sido útil.